lunes

hiperestesia.


Cuando te cante, te cantaré de manera desafinada y fuera de ritmo, para enserñarte lo que nadie más enseña. Te enseñaré se ojo tuerto que crees haber muerto. Ese pie sin dedos ni talón.
Bajo la sombra de un poste de luz esperaré sentada en la vereda, consumiéndo las migas que dejaron las palomas.
Canto número cincuenta y tres: los pájaros desaprendieron como volar y ahora son más libres. Pero en mi caso es al revés pero todo el contrario.
Un caleidoscopio es más sabio que un profesor y más antiguo que las arenitas azules de la playa.
La guitarra lejana suena tan bien, tan bonito y tan real. Sus cuerdas rotas me bailan y soy bailada.
La cáscara de tu piel se cae y finalmente puedo ver tus músculos. ¿Es por eso que los escondías?
Me doy la bienvenida a un cuaderno en blanco con hojas de croquis con un paso adelante y un atrás que no es olvidable. Pero aveces es más importante dar ese paso hacia el abismo.

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