sábado

Sueños de algunos peces en sus respectivas peceras, en blanco, negro & azul.

Mientras yo intento contener todo eso que sin esfuerzo se escapa de mi dominio, el sonido de las voces sofocadas por el oxígeno abundante, por el calor que se empieza a asomar entre el cómodo álgido. Esta figura se escapa de mi, mi sombra se mueve más rápido que yo. La cefalea intermitente que me causan los alaridos constantes de sus melodías no intenta mitigarse. Es por esto que mis gritos no los puedo entender, es como si gritara en una lengua extraña. Las calles se llenan de gente con las manos congeladas, y los paseos se hacen tan cortos que el día se nos termina antes de poder mirarlo a los o j o s. El alboroto causado por canciones feas, marcadas por la sangre que corre por las cunetas, me convierte en una lunática cualquiera.
 Pero,¿Cómo puedo hacer para que todo esto se ampute el aura? Las tijeras no pueden hacer suficiente, las manos se derriten con el calor. El sonido de unas chicharras lejanas me desconcentran de todo. Y es difícil el enfoque cuando no hay más motivos para realizarlo: quiero que las ventanas se quiebren y saltar por los huecos entre los marcos, para caer en ese colchón que me preparan allá abajo, en el mundo. El mar no calma las ganas de d e s i n t eg r a c i ó n, la pérdida no acaba de terminar con esta víctima del vudú. Esta sensatez me lleva hasta el límite, aquí decido si el camino sigue por el norte o por este sinuoso sur. Puedo perder el sonido de unos roqueríos asqueados, o esos tan odiados mareos matutinos, acompañados del pensamiento que ( todos se ven nauseabundos a la luz desnuda del sol de verano. )
Esto es lo que consigues cuando te dedicas a apostarlo todo y el juego se enfrenta a los remolinos incansables de los malsanos abismos. El ebrio recuerdo de tiempos nebulosos se arrastra por las veredas, intentando llegar a la instancia en la que follaremos con el destino y nos burlaremos de todas sus teorías sucedáneas de esta minúscula realidad. Se me cansan las letras y siento que no permanecerán por mucho tiempo en estos labios resecos, el tiempo empuja los segundos hacia un vacío tan enorme, que ni todas las termitas tendrían espacio para morder la madera de sus puertas. Los brazos se alargan y enrollan, hasta poder tocarte la e s p a l d a, esa extensión de tu cuello inhabitada y limpia de golpes. Es la versión sucia de los secretos de escaleras. Es el demonio volando cerca de las galerías vacias, el hermitaño que canta mientras pueda respirar. Bajo la tierra la humedad continuamente me saluda, por las mañanas y por las tardes, cuando escapo y cuando vuelvo con la cola entre las piernas. La separación del silencio me toma de la mano y me lleva a esa ceguera mortal,donde me internaré, un día, para negarme a volver a donde los sonidos vuelan por el aire.

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