domingo



No quiero escribirte un cuento, menos una novela. Solo quiero que seas aquí, que existas entre estas paredes que me ocultan por la noche, cuando no puedo evitar temblar de miedo, siempre de miedo. No puedo evitar tener miedo, y imaginar la silueta sombría que me persigue por un laberinto, que en un centro no esconde nada, solo ese olor a gasolina que se impregna en tu chaqueta. No me importa que sea delicado, quiero que sólo sea sucio, que ser una excavación por los terrenos infértiles. ¡Y que sea bello! Tan bello como la vida, tan bello como la muerte bailando entre las moscas. Tan bello como la locura compartida y como un venado vacío por dentro. Nos arrastran las luces de la ventana, nos arrastran hasta el fin del mundo, donde se encuentra una casa de madera donde duerme el tiempo. Si lo despiertas, lograrás que te devore viva, y que se bañe en un sangre para después esconder el delito. ¿No era acaso esa tu esperanza? Que el ventrílocuo juegue con tu boca una y otra vez, mientras el movimiento de sus dedos dibuja un triángulo sobre tu ombligo. ¿No era esta acaso tu venganza? Que aparezcan las náuseas, el sueño demasiado infinito, y el no sentir. Que se marchite la empatía y la sonrisa, que baile la indiferencia entre los techos de cartón. Que sea siempre bello.

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