martes

Nunca aprendí a caminar en linea recta.


No se siente, es aún más difícil verlo
No tiene sabor, solo un muy leve olor a algo ya conocido.
Esperar que el tiempo dicte su sentencia, siempre esperar a que todas las piezas encajen.
Pero nunca lo hacen, nunca.
Y pareciese interminable, en la medida que la hierba empieza a escalar los árboles.
Y yo sigo sentada en una roca fría y húmeda.
Pasan viajeros con mochilas pesadas, inexorable es la mirada, más aún la huida.
Los números juegan en mi contra, las paredes parecen querer hablar.
El azul no se detiene, las nubes se convierten en migajas mendigadas.
Mientras se alimenta de invisibles la obsesión, espera el momento para quebrar sonrisas.
Y crearlas, al mismo tiempo. Destruir y crear, en un mismo acto.
El egoísmo más tierno, escondiendo los miedos.
La cabeza sin querer, las rodillas sin querer, los nudillos.
El pecho aplastado, la sonrisa más real.
Se acerca, tímida, una increíblemente bella tormenta.

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