viernes


Hoy volví a escuchar la canción más triste del mundo.
Sabía a un pasado aliñado con arsénico y cuchillos
olía a euforia momentanea y a alma de gaviotas
definitivamente, se sentía como una hoja arrugada.
Ya no me funciona, lo snúmeros corren alrevés. Por qué la fragilidad de las promesas? Yo no fui la única víctima, te mataron a ti tambien, ¿no? Y desde el mismísimo infierno te mando este telegrama: los días nacen y mueren y desesperan y caen y desordenan lo que tanto sentido tenía.
Aguantar.
Soportar.
Me despido de algunas pequeñas ilusionas escondidas en la esquina que te conectaba con el miedo puro y asqueroso. La cuerda floja se avalanza frente a mis ojos, en el tintero tenía guardadas las huellas de pies para este momento: pero de un momento a otro se olvidó hasta la posición de las piernas al caminar, se extinguió el fuego que moría en el aire que salía de tus palabras. Fui yo la encargada del asesinato que manchó tu alfombra favorita.
Cuando la raíces de los árboles busquen el cielo como sus hermanas ramas te devolveré ese llamado y te susurrare a viva voz, rompiendo mi inútil garganta, "el tiempo ha llegado! el reloj se detuvo para ti!" Cuando ese momento llegue lloraré de puta felicidad.
Ellos se enconden detrás de las piedras que menospreciabas, ellas se muestran en los lugares más insolitos. Tú fuiste horizonte en el cielo, yo simplemente no fui.

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