martes


Sus pasos retumban, la sala con paredes manchadas de blanco invierno creaban un eco que nos volveria locos, locos. Y aparece desde la esquina más alejada los últimos restos de esas fantasías ingenuas, el llanto de un niño, la sonrisa de un anciano, la tristeza escrita en un papel de color. Las palabras corren desesperadas y se encuentran en mis manos donde cobran sentido: no, tú no tienes razón alguna para encarcelarme en aquellos ojos llorosos, tus pisadas cobran vida y yo solo escucho. El pasado de abraza y me besa ebrio de remordimientos, drogado con su propia sangre. Las semillas inútiles por defecto, crean lazos con el cielo y la tierra. Las envidio, cuanto las envidio.
Si el camino no lleva a escalón alguno, el vacía nos inunda. Ya lo han dicho muchos, se nos muere el piso que nos sostiene, se mueren Dioses en el cielo, se nos muere el paraíso y sus ilusiones. El corazón late para dejar de hacerlo ese día. Pero irónicamente, toma sentido. Mucho sentido: que no lo tiene. Sueltas mis amarras y mis cadenas. Y me lanzo a ese precipicio, antes de chocar contra el suelo, me doy cuenta de algo olvidado: puedo volar.

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