viernes

Me preguntaste si recordaba como el asfalto brillaba bajo nuestros zapatos en esos callejones sucios de noches de locura. No, espera... Me lo pregunté a mi misma.
Ese día en que la garganta marchaban hormigas solemnes, patriotas de la tierra.
La carretera ya nunca más se perdió, estuvo ahí por siempre, para siempre en nuestras jorobas. Las cruces con que cargamos; las alcantarillas de tela. El trago de té hirviendo que te descompone las entrañas. El intelectual muerto bajo tierra, la poesía sin versos que cantaste cuando las luces se apagaban. Ya no lleva bastón, ahora lleva un envase de escepticismo.
Las heridas sin cicatrices toman aire luego de los meses escondidas en sótanos húmedos.
Así vemos aquel espejo, aguantamos la respiración por el resto de nuestras vidas.
O volveremos a respirar al revés.

Culpo al mar de todo esto.

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