martes

ventrílocuo.

Querer ser, para poder dejar de serlo. Poder mirar más allá de las montañas, para poder esclarecer aquellos días neblinosos. Reconfortar con las palabras que desearías escuchar, pero de tu boca pareces muda. Se deslizan como las gotas de llovia contra la ventana de mi habitación, en sus sonidos rítmicos que pareciesen intentar parecerse a los latidos de este corazón. Por eso no llueve, por eso no llueve...
No existen problemas escritos en esas puertas, ni derramados por el suelo. Existen porque cambiaría roles. Y en una caja de regalo entregaría mis mayores miedos, para que fuesen de alguien más. Alguien más que necesita ayuda para dormir por las noches. Nisiquiera tengo ya la habilidad de recordar cuando fue la última vez.
Luchando contra quebrarse, y darse cuenta de que ahora lo necesito. Destruime para dar algunos pasos cortos por esta senda sin señalización.
Pertenecer toma un nuevo significado. "No pertenezco".
El barco en medio del océano me pide que nade con él. En un viaje que no quiero hacer. No quiero regresar a ninguna parte, nunca. Solo quiero preguntas, nisiquiera deseo responder. Solo preguntas, nada más. Pero ya es tarde, el tiempo se detuvo en nuestras manos: no sabíamos que mierda hacer con él.
Las cortinas en la mañana me piden que nos las abra. Ellas también le temen a ver el día. Si el sol las quemará hoy, o si las nubes las adormeceran con su delicado movimiento. O si al fin la lluvia intenta mojarlas en vano a través del vidrio. Ese que nos separó ayer, este que nos separa hoy.
La arena entre los dedos de mis pies muestran todo lo que intento esconder. Quien soy, quien dejo de ser y quien nunca he sido.
Solo olvido para recordar frente a la situación: hoy recordé que no moriría hoy.

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