lunes

mientras tanto, transmitían imágenes de guerra en la televisión.

Veo acercarse por el horizonte golodrinas negras, chocando entre ellas. El dia crucificado se aleja mientras las horas avanzan arrítmicamente. Poco me importa si me encuentran, poco me importa si fuera del borde dibujado de las letras solo queda color blanco y oro. Si los árboles se enredan no es mi culpa, tampoco lo es si el diablo golpea esta puerta. Solo soy culpable de buscar siempre palabras que rimen con tiempo. En mi escritorio encuentro interminables croquis hasta la mitad, cámaras con el obturador malo y lápiceras sin tinta. Abro la puerta: el diablo entra, yo salgo. El asfalto se empieza a mover en ondulaciones esporádicas, lentas y casi inperceptibles. Mientras los pasos avanzan en su curso natural, el movimiento empieza a bailar. El suelo se nuega a quedarse en su lugar y las crestas de las olas me golpean la espalda. Podría observar como el cielo se parte en dos en una linea de apariencia infinita, pero me conformo con moder el piso. Lejos ya, siento las canciones de las golondrinas torpes, en melodías con apariencia redonda. Aquellas burbujas se rien de mi en mis orejas y luego se escapan burlonas de este basurero. Mientras esperaba, vi como empezaba a crecer una minúscula flor cerca de mi cabeza abatida. El humo parecía venir de algún lugar lejano fecundando las miradas de los reyes muertos. Como aquella flor que yo misma arranqué y manchó mis manos. Así como estrangulé aquellos últimos pensamientos que venían caminando.

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