lunes

Una ambulancia dando vueltas por el vecindario.

Esto comienza a volverse tan ridículo que me llega a dar asco. Las palabras no encajan, las frases se me vuelven imposibles de escuchar. Tendré que empezar mi propio lenguaje, con tan pocas sílabas que toda oración esté de más, y sus silencios sean tan largos que la gente llore al escucharlo. Quiero que lloran, dulces, suaves, tiernos, manchando las cortinas, encerrando al sol en sus habitaciones. Que imaginen, sueñen, sientan el mundo tan horrible, tan putrefacto, tan triste que lloren. Y quiero que los golpes vuelen lento, para poder esquivarlos, pero el momento se me escapa de estos dedos y no logro llegar al momento en que mi cabeza deje de girar. Porque todo es más simple así, justificarlo con unas pastillas ocultas, justificar todo con unas noches en duermevela. El hielo empieza a cobrar vida en nuestro zapatos, esos que te solían cubrir de las ásperas rocas del paseo. Pero hoy, ya ni eso te logra proteger. La intemperie a la que te expones es tan delicada, que un movimiento brusco podría arruinarlo todo. Todo. Romper el papel con las manos, escurriendo el agua de la nieve del mes anterior, intentado buscar un sentido a los pasos. No, nada hoy puede resolverse de esta manera La luz que emana el resplandor del espejo, no es suficiente para perforar las córneas y olvidar que los figuras se dibujaban en sus ojos. No entiendo esta mezcla de infusiones y especias, es compleja la manera en que todo se mueve hoy. podría intentar explicarlo, pero las palabras se verían disociada, atrapadas por si mismas, lejos de cualquier otro motivo. Las horas que se disuelven en la taza de té, las sonrisas que asustan, me es ajeno el código manejado por el resto. Me siento extraña a un mundo que no gira ya, la comodidad es un lujo que se empieza a olvidar con el tiempo. Fácil. Los números ya dejan de contarse a si mismos y empiezan a deslizarse por el tobogán que les he construido. Un piano sonando tan desafinado, un violín cantando a viva voz, un llanto tan dulce como desesperado. Todo eso me despierta en medio de la noche, el sonido de ondas largas y profundas, haciendo que mis pensamientos lleguen al límite, siempre al límite. La historia olvidó lo mismo de siempre, los silencios de mi lenguaje, los largos momentos de insomnio y paranoica exacerbada. El pulso se altera y solo espero a que pasen las horas para que la luz del día colapse sobre mi figura, con un beso tan dorado como turbio.
Los sueños ya no aparecen. Vienen y van, como estas ganas de que las pestañas nunca se cierren sin vaciarse antes. Ese vacío, el negro tan intenso como olvidable. El negro que me acompaña como antes, en esos lejanos días donde nada tenía coincidencias. Pero eso, cuando queda atrás, empieza a llenarse una espesa bruma, con olor a vainilla y a invierno sin comida, sólo con la cara sucia y mal olor. Los guantes ya no sirven, no tapan estas estrías invisibles que me has causado, hace siglos ya, a principio de siglo. Y en un momento, se dijo, yo no existo. Y todo dejó de ser, de un momento a otro, entendible. Ahí empezó todo, puedo verlo entre la niebla. Al final del túnel. Golpes de voz sobre el cuerpo de un animal muerto, de una araña caminando lentamente hasta el último árbol que queda en esta cuadra. La calle ya no significa lo que antes significaba. ¿Cómo puede funcionar un vaivén tan amargo? Es una pregunta que me hago todo el día, como no sucumbo ante la tentadora posibilidad de agotar la energía de este mecanismo ineficiente. Un hombre destino a subir, nunca puede volver a bajar. Y así, bailamos todos. Así, nos movemos todo al ritmo de esta melodía infernal. Nos tiene amarrados por las manos y pies, como vulgares marionetas de madera, el apéndice de un sauce, bailando al ritmo de sus sonidos. El sonido del viento se vuelve artificial. La fluorescencia de unas manos y de una canción que ya he escuchado cientos de veces. Aquí, el asunto se empieza a volver más extraño. En un cuaderno escribo cuerda, aquí no quiero que todos sean ciegos. Ciegos ante todo lo que les grito, antes las declaraciones de lo más íntimo que, como una pequeña caja, contengo. El que tiene sobre el cráneo movimientos en círculos y su espalda se llena de hormigas caminando por ella, estáticas, escuche por favor: los pies deben moverse sin intentar desplazar el cuerpo, sólo una locura podría inflamar el sonido de unos gritos en la noche. La repetición de los patrones en las nubes se vuelve interesante, cuando, de un momento a otro, veo unos labios hablándome a través de ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Bote toda su basura aquí.