sábado

El movimiento de un columpio, o un susurro que espero no escuches.







Del otro lado de un camino estrecho, de despliegan frente a mis ojos unas ideas vagas, casi inexistentes. El latir de un corazón que parecía dormido, los engranajes oxidados moviéndose tímidos dentro de un pecho desgastado, empiezan a molestar en otros lugares. Podrían pasar las horas, y el movimiento seguiría intacto, por el simple hecho de ser, el otro. El otro que empieza a inventar historias de cuna, que empieza siempre por inventar alguna palabra en sus labios. Empieza el camino, el espiral vuelve al punto de partida, el suelo no es tan hondo y el cielo es más profundo, mientras los golpes sigan azotando esta piel. El no merecer, lo hace más similar a un canal que a un río, los pasos con miedo de caer. El miedo, ese compañero de sombra azul, no se cansa, sus energías nacen de las raíces de esta árbola, tan dañada ya por los temporales de invierno. Pero empieza, nuevamente la primavera, la eterna destinada a morir pronto, la efímera flor que conoce el día de su muerte. Se acerca con pasos de pájaro, saltando entre los charcos que dibujan las lluvias, esquivando las balas perdidas que gatilla mi mano ciega. Pasos livianos de gato, entre las casas roídas por el tiempo, avanzan sin pensar en el tiempo, ni en las consecuencias. El día puede ser enorme, la noche dulce, el siguiente igual, el anterior con olor a azufre. Firmamos un contrato, y ahora, al leer la letra pequeña, nos damos cuenta de las contradicciones, las palabras y los hechos que nunca querrán ponerse de acuerdo. Pero es como caminamos, como avanzamos sin ver, como dejamos que nos venden los ojos y corremos sin parar entre las raíces que se enredan entre las paredes y la arena. No somos héroes, mucho menos dueños de las esferas que nos encierran, aún menos responsables de la sangre que se derrama. Pero somos, sólo algo que brilla entre los ojos de los ancianos, un movimiento gris y con ganas de asco. El sueño de el borracho, el amor prohibido de la prostituta. No somos mucho más que eso. Pero somos, yo soy, tú eres, el otro para el uno, un temblor fuerte bajo los huesos de nuestros muertos.

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