lunes

Abrir un cráneo y encontrar algo dentro.


Quiero que griten y lloren, que desesperen:
deseo que se vean patéticos caminando por un mundo destruido.
Lejos de todas partes, cada vez más lejos,
eligiendo todas las mañanas no nadar, pero ahogarse.
Sin moverse, citando las proyecciones de alguien más,
pensando en todos esos fetiches sucios que les gustan.
Ridículos se quedarán dormidos, en una bañera tibia,
esperando que del techo caigan las cucarachas
que podrían salvarlos algún día.

Atravesaré tus pupilas con una fina aguja, hasta sentir
la vibración de tus córneas cansadas, el brillo que escapaba de ahí,
lo clavaré a mi pared como el trofeo luego de los disparos.

El cielo no está abierto, el viento no juega con nosotros.
Está entre nuestras vísceras para destruirnos, comprando
los pasajes a nuestras pesadillas más horribles, esas en que aparecías
rodeado del humo de unas fábricas, buscando un cuchillo
para enterrármelo en el costado izquierdo de mi cuerpo.
Despertábamos buscando la nieve bajo nuestros pies, 
buscando las cicatrices o la sangre que se debía haber
manchado todas las sábanas.

Las alarmas y el color gris que se escapa de ellas,
el aborto de todos los planes bajo la arena.
El aliento alcohólico, buscar entre la multitud
una mano que esté lo suficientemente sucia como para
poder descifrar las lineas de una que se ha dedicado por un tiempo
a quebrar objetos y dientes,
mandíbulas e ilusos.

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