domingo

Me decía que tenía nostalgia de los días en los cuales no existía.

Cuando es tiempo de que nazcan los hijos del silencio, con sus chillidos insoportables, se pueden percibir los pulsos. Definen, marcan, dan la pauta de como se van hundiendo los barcos. Bailábamos en ellos, se tejían hilos como si fuesen cualquier cosa. La sangre corría siempre cansada, nunca pulcra. No existíamos, y sin embargo, los tiempos se formaban como una invisibilidad pactada. Subterráneo. Intrínseco. Una obra de teatro que logra hacer gente llorar, sin hablar de los actores jalando en los baños. No es este el comienzo, pero es lo único que, por ahora, sigue importando.
Luego el desenlace es la respuesta obvia a la pregunta: "Cariño, ¿está esta pistola cargada?" Nadie esperaba nada a esas alturas. El invierno se atrasó por meses, el giro de los pies se describía a contraluz.
Y se disuelve rápido debido a la temperatura. Pasan muchas manos por las ganas, dos o tres. El chiste de todo aquello era su miedo en los ojos desplazados hasta la enfermedad. Sólo yo reía. Las proyecciones significan menos. Las luces juegan y son egoístas.
"Los funerales son mañana."
Antes de que por las pieles corran y no haya vuelta atrás.
Empujar siempre hasta llegar al punto de no retorno y quedarnos dormidos ahí. Ahora podríamos esperar el golpe que se asoma y se desnuda. En la noche se desnuda y se asoma. Sería un regalo.
Entonces, después de aquel momento en que nos damos cuenta de aquello, rompemos todo lo que vale la pena, con movimientos bruscos que quedan marcados en las nucas, creando las cicatrices necesarias para que estos cuerpos regalen sus movimientos. Mariposas, hilos y agujas. Con estas últimas, violamos las hermanas, luciendo con orgullo los trofeos de caza. La subida es la misma siempre. Su sabor a vómito es el mismo siempre. Los círculos casados bailan igual que siempre. Las relaciones entre estos eventos parece disiparse, los humanos escondidos en cuadros de caballos. Desde este punto, nadie ríe.
"Un poco más que una perra." Abre la boca. Ahogaré estos peces en tu estómago. Una pequeña muerte.
Cambia el sujeto, pero las vueltas son las mismas. Guardamos la pistola bajo la piel pero aún puedo sentir su temperatura. La historia es un remordimiento y un regalo.
El esfuerzo empieza a tomar importancia. Y las luchas entre plumas y puños se vuelven la trama principal. A un desmayo de distancia, el mundo se cae de espaldas. Sus cadenas son más fuerte que cualquier fuerza de gravedad. La boca alejándose de sus objetivos, intentando no secarse entre los desiertos que juegan en espiral. Se hunden en espiral. Si me ven aplastada, recojan los restos.
"Ya sé cómo termina esta película."
Las últimas escenas están opacadas por el ruido, se ve poco por el humo. La gente corre sin buscar una salida siquiera. El escape da lo mismo.
La película da lo mismo. Va a reventar. Cuando confirme sus dudas en las que me levanto como estatua esperando a que la arena se vaya de la costa lo más pronto posible. Ya no llueve. Así sigue el asunto, con un telón atascado y sin abrir. Todo se encuentra atascado, se va repitiendo.
Cuando confirme los lugares comunes y deje de sentir la tibieza del arma, no querré nada. Porque todo sube demasiado rápido, las catacumbas eran en lugar seguro.
Se enfría, imbécil.

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