sábado


I

No era lo suficientemente tarde como para aburrir hasta el silencio,
pero tampoco demasiado temprano como para que fuese indoloro.
A pesar de todo, ahora comprendo. No mucho, sólo un poco, el vaivén
al que me he condenado. La órbita que aparece al seguir sus rastros va
abriendo de a poco las imágenes que me encierran. Y huelen mal.
Cada día, empiezo a sentir el sabor en la boca, en la mañana, de una
victoria a medias. El trofeo que he ganado al saber, en lo más oscuro,
que el sol se lamenta aún más, cuando está escondido.
Pero ya no importa.


II

Aunque empezara a describir cada segundo, cada movimiento involuntario
no encontraría corazón palpitante alguno. No sé si falleció la misma
noche en que decidí ahogarlo con una almohada, o al día siguiente.
Mantengo aún una foto de su cadáver morado escondido entre las
hojas en blanco de un cuaderno, para que las manche con sus golpes.
Pero ya no importa tanto, en realidad.

III

Deberíamos compartir un cuchillo, una aguja, un vaso, una cuerda,
un instinto, un par de zapatos, unas ampolletas, un fuego, una carta cualquiera.
Pero no importaba.

IV

Ahora, desgarrando los insultos que se iban durmiendo de a poco,
entiendo la naturaleza de la bomba que alberga mi estómago.
Es que las palabras dejaron de funcionar como un bisturí para
convertirse en basura acumulada bajo la alfombra.
Lugar de donde empezaron a nacer cientos de ratas, una tras otra.
Yo ya me aburrí de pisarlas una por una.
Pero ya ni eso importa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Bote toda su basura aquí.