viernes



El frenesí se detiene, por un momento, aunque se mantiene
quieto las vueltas siguen en su lugar, y se come de nuevo
el insecto que se expande cuando rompe el abdomen,
bailando en la misa de los domingos,
no se entiende cómo aún puede expandirse en un rincón
donde no queda espacio para nada más que
un querer desgarrar como una venganza mal planeada.
El enfoque desgraciado muestra el espacio
que sobra incluso en las calles que no llevan nombre
incluso cuando la prohibición de las cadenas
empieza a dejar el sentido del lado sucio del escenario.
Podrían encontrarse en el marco de una ventana
que dé a un abismo de miles de metros,
no cerrar los ojos cuando les embriague el vértigo,
prohibido sentarse en el agua cuando
aún queden metros por delante.
Se dilatan así las reglas,
hasta mentirle a sus propias negaciones,
junto al sonido que emiten los moribundos
o el dispara que falla constantemente,
entre el humo y el necesitar de sus juegos.
El reloj entonces se mantiene detenido a medianoche,
y el río que forman los caracteres juega en la bruma
como si se quedasen en otro lugar, entre las cruces
y los tacones que suenan en el Metro,
entre un dragón que duerme en las venas
y el andar descalzo, en una cárcel
que se burla de sus fronteras.
Ahora toma la forma, la posibilidad
de un ascenso que va golpeando
el techo y el suelo a la vez, un 
descenso que habla y dice lo horrible que es
todo lo que abarca la visión de un desierto,
alejar con el pecho, buscar siempre lo contrario,
como si fuese la única manera de atarse
a un vacío que da pie a todo lo que ellos adoran,
buscar con las manos temblando, un grito
que por primera vez no mienta, un animal
que no se quiebre si se golpea, para buscar
en aquella misera, los deseos que no se cumplen,
a menos que una gruesa cuerda
amarre esos cuellos.

1 comentario:

Bote toda su basura aquí.